lunes, 31 de enero de 2011

The Gilbert Arenas Provision

Gilbert Arenas siempre ha pensado en la misma persona
 ¿Cómo y por qué surge uno de los más recientes apartados del convenio colectivo en la NBA?

Imagina que tras la marcha del cuatro con más clase que ha conocido este deporte, tu franquicia no para de dar bandazos. Imagina que tras ponerlo en manos del mejor jugador de la historia, la situación no sólo no mejora, sino que el equipo queda hecho unos zorros, disputas internas y mala prensa incluida.

En esta situación se debió encontrar Abe Pollin, propietario de los Washington Wizards durante las últimas cuatro décadas, en el verano de 2003.

Ante tal situación, este “hombre del ladrillo” no tuvo más remedio que ponerse manos a la obra (paradojas de la vida). Y vaya si lo hizo. Y como en el diccionario de todo millonario las palabras “excéntrico” y “socarrón” son ineludibles, Pollin lanzó un órdago a la grande: si durante el verano la situación de la franquicia no mejoraba, devolvería el dinero de los abonos a los abonados del (por entonces) MCI Center.

Como los grandes almacenes del “rasgado anglosajón”: si no queda satisfecho, le devolvemos su dinero. Que a mi me sobra, pensaría.

Enfundado en una camisa de once varas, de las de correas de piel al final de cada manga, nuestro intrépido propietario capitalino se lanzó a la caza y captura de los más codiciados agentes libres.

El agraciado de tal premio no fue otro que el último ganador del premio a la Mayor Progresión del Año. Gilbert Arenas. El base de Arizona recibió en el verano de 2003 una recompensa mayor que un cacharro de cristal: más de 60 millones de dólares para los próximos 6 años. En su camino, dos equipos: Los Angeles Clippers, que trataban de convencer a Elton Brand para seguir guiando al “Hermano pobre”, y los Wizards.

¿Quién no ha oído alguna vez que para llegar a lo más alto tienes que pisar a alguien? Tirado de manual. Esos 60 millones eran más dinero del que Golden State podía soñar con ofrecer. Y es que por entonces los Warriors pagaban tan jugosa como religiosamente a Nick Van Exel y Erick Dampier aún se ganaba su sueldo, por lo que la franquicia de Oakland no podía ofrecer más que la Mid-Level Exception (por entonces algo menos de 5 millones de dólares).

Aquel base descarado que había llegado a la liga con el pelo afro y ganas de revancha, se había convertido en un jugador igualmente desvergonzado, pero con una capacidad anotadora superior y, casualidades de la vida, igualmente excéntrico y socarrón que quien le extendió el contrato.

Un año más tarde, la historia volvió a repetirse. Los Jazz, que habían superado con más dignidad de la esperada la marcha de su matrimonio dorado, buscaban en el verano de 2004 dar un vuelco a su juego interior, protagonizado entonces por dos hombres dotados de la gracilidad de movimientos propia de “El Hombre Bicentenario”, Greg Ostertag y Jarron Collins.

Precisamente gracias al espacio liberado por “Robocop”, junto con el de Tom Gugliotta, adquirido meses antes para tal efecto, Kevin O’Connor, General Manager de la franquicia mormona, pudo convertirse en uno de los villanos del verano.

Sin dejar tiempo para la improvisación, a mediados de julio ya extendió las dos ofertas que nos competen, Mehmet Okur y Carlos Boozer.

Los Pistons, que aún festejaban el anillo conseguido un mes atrás, afrontaban el verano con la trascendental tarea de tener que renovar a Rasheed Wallace. El hombre que les dio el ‘punch’ definitivo para conquistar su tercer título, llegó al verano en calidad de agente libre sin restricciones, por lo que la franquicia de Michigan debía salir al mercado como una más para tratar de retenerlo.

El dinero que se estimaba necesario para lograrlo, dejaba libre sólo la Mid-Level Exception para hacer lo propio con Mehmet Okur. Sin embargo, la oferta de Utah fue mucho más allá: 50 millones por 6 años, algo inalcanzable para Detroit.

Él también terminó mal en Ohio
La hhistoria de Boozer, aunque de idéntico final, estuvo teñida de un mayor dramatismo. Seleccionado en segunda ronda de 2002 (igual que el turco), Cleveland había decidido no extender su Qualifying Offer, llegando a un presunto acuerdo verbal con el jugador para ofrecerle la Mid-Level Exception durante los próximos 6 años.

El acuerdo fue tal hasta que Kevin O’Connor llegó con el billetero rebosante de capitales: cerca de 70 millones por los mismos seis años. Cleveland, que malvivía con tan sólo 4 millones por debajo del límite salarial, no pudo soñar tan siquiera con acercarse a la oferta que había llegado desde Salt Lake City, por lo que tuvo que ver cómo su gran acierto de segunda ronda se marchaba, sembrando a su paso la semilla del odio para los restos en Ohio.

Así pues, y como bien pueden dar fe los Utah Jazz, antes de la firma del convenio colectivo de 2005, las franquicias podían ofrecer a los agentes libres restringidos con uno o dos años en la liga, contratos que sus equipos de origen no podían igualar. Fueron casos como los citados, los que incitaron a la liga a ponerse manos a la obra para contentar a los “desprotegidos” propietarios.

¿La solución? La “Gilbert Arenas Provision”. Por esta cláusula:
  • El contrato que una franquicia ofrezca a un jugador con una o dos temporadas en la liga, no puede ser superior al salario medio. De esta forma, se asegura que las franquicias puedan igualar la oferta hecha por un jugador con la Mid-Level Exception. Además, se impide que los jugadores seleccionados en segunda ronda tengan acceso a contratos millonarios antes que los de primera ronda.
  • De los cinco años de contrato (máximo permitido. Sólo se pueden firmar por seis temporadas los contratos de renovación), sólo el tercero puede contener una subida superior al acostumbrado 8%, y no puede albergar primas de ningún tipo. Así, se evita que tras el primer año, ofrezcan grandes subidas para “engordar” el contrato.
  • Siguiendo la misma línea, los dos años restantes quedan limitados al 6.9% de subida.
  • Si la franquicia decide hacer uso de ese gran incremento salarial a partir del tercer año de contrato, se suma una nueva restricción: no sólo tendrá que hacer hueco en su espacio salarial al primer año de contrato (algo bastante sencillo), sino que tendrá que hacer lo propio con el promedio de millones/año de todo el contrato. De esta manera, si una franquicia cuenta con 5 millones de espacio salarial y quiere usar esta fórmula, podría ofrecer como máximo 25 millones por 5 temporadas.

Así pues, la “Gilbert Arenas Provision” pretende evitar que las franquicias en mejor posición salarial tomen ventaja sobre aquellas que acertaron al elegir en segunda ronda. De la dolorosa pérdida de Gilbert Arenas surgió la norma que impediría que perdieran también a Monta Ellis.

Gracias a Dios, aún quedan hombres que aprenden de los errores, y cada vez son más los equipos que invierten parte de la Mid-Level Exception en firmar a sus jugadores de segunda ronda por tres años. Porque más vale prevenir que perder a Arenas.

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