sábado, 6 de agosto de 2011

La selección forja el oro en Madrid



Una de la tarde. Los jugadores de la selección llenan de aplausos el Triángulo de Oro y hacen un círculo en el centro de la pista .Tras unas palabras de grupo, queda cerrada la sesión. Carlos Suárez enfila el túnel de vestuarios a duras penas. «Os mete mucha caña, ¿Eh?». «¡Y la que no veis!», sonríe exhausto el alero.

No es gratuito ser candidato al oro en el Eurobasket. «Tendremos opciones si trabajamos bien». La columna de los júniors de oro ya es veterana y ata los pies del resto al suelo. El mal comienzo en el Eurobasket de Polonia, la ausencia de metal en Turquía. Todo se mete en la mochila.

Este año el rótulo de favoritos es más grande que nunca, pero no hay presión ni exceso de confianza. «Estamos acostumbrados a vivir esa situación », comenta Marc Gasol, que desde el oro de Japón lo ha vivido todo. No conoce otra cosa.

Los hay con más batallas a los hombros. Y más magulladuras. Una de las primeras cosas que queda a la vista cuando se entra en la cancha es una camilla en la que Joaquín Juan mima a Juan Carlos Navarro. La espalda le ha incordiado durante la temporada, aunque rápidamente tranquiliza. «Es sobre todo por prevención. No tengo ningún problema. Llego bien».

Detrás de él, ya dentro del parqué, Ricky Rubio ensaya el tiro exterior. El año pasado una lesión de Calderón le echó todo el peso de la selección encima. La presencia del extremeño al lado le tranquiliza. También no tener que pensar en su futuro. Está más liberado. Hoy es uno de los mayores cómplices de Ibaka, con quien comparte noches de videojuegos.

El pívot de origen congoleño suele volver a la pista acompañado de Felipe Reyes, compañero de armas. Los hombres altos fortalecen los tobillos en una esquina. Recogen el balón medicinal mientras tratan de guardar el equilibrio sobre una pierna. Arriba, la cristalera que da al gimnasio enseña a Calderón ejercitándose.

La batería de jugadores interiores son uno de los patrimonios característicos de esta selección. España intimida, pero también tendrá que cambiar su estilo. «Creo que los primeros balones deben pasar por ahí abajo», apunta Navarro. Los Gasol trabajan resistencia y se turnan arrastrando a uno de los preparadores. Una metáfora de la selección.

En las sesiones tácticas Scariolo se emplea en combinarlos. Aunque sean hermanos, es necesario. Orenga le dedica su tiempo a Xavi Rey, con quien trabaja movimientos al poste bajo, y Claver, que sale desde el poste alto para lanzar. Será su cometido cuando juegue de ala-pívot. «Estoy cómodo en las dos posiciones. Haré lo que me pida el entrenador».

Rudy Fernández y Rafa Martínez afinan su muñeca. Llull, Sada o San Emeterio, menos consumados en el tiro, juegan con una silla. La usan de compañero y mejoran sus salidas de los bloqueos. Su misión en ataque es hacer trabajar a sus pares, sembrar la confusión en la defensa rival.

El madridista es el hombre llamado a dar energía. Recita su lista de tareas de memoria. «Tengo que estar muy duro en defensa,y dar velocidad y chispa al contraataque». El del Caja Laboral es MVP en la Liga Endesa, pero oyéndole hablar en la selección parece que fuera un meritorio. «Debo ayudar al equipo tanto dentro como fuera del campo para ganar».

Scariolo aún debe hacer tres descartes antes del Eurobasket, pero en el ambiente no se respira tensión. «Será un momento muy difícil para el grupo», confiesa Marc Gasol. Pero la mayor preocupación de estos días es seguir trabajando. Trabajar para conseguir el doble premio: revalidar el oro y ganar un billete para los Juegos Olímpicos de Londres. Porque Navarro no lo esconde: «el objetivo de esta selección es ganar».


[Publicado originalmente en ABC el 05/08/2011]

miércoles, 2 de febrero de 2011

La marmota Phil y el cisne Pau

'Así que un pato, ¿Eh? Se te ve el plumero'
Como todo lector de este blog sabrá, el 2 de febrero se celebra en Estados Unidos El día de la Marmota. A ese roedor aficando en Pennsilvania (bueno, a todos los que han encarnado el papel, claro está) se le atribuye la capacidad de predecir la llegada de la primavera. Si al salir de su madriguera el animal ve su sombra habrá seis semanas más de invierno. Si no la ve, es señal de que la primavera llegará antes.

En la víspera de esta festividad, Phil Jackson vio cómo su equipo vencía a los Houston Rockets en la prórroga, pero si nos atenemos al juego y a los últimos resultados, podemos decir que la primavera llegará antes de tiempo para los Lakers: no se ha visto ni la sombra del equipo campeón.

El asunto parece preocupar más al entorno que al propio Jackson, que ha reiterado una y otra vez su confianza en una plantilla que ha sido campeona en los dos últimos años. El Maestro Zen intenta transmitir tranquilidad, pero algunos miembros del equipo han hecho todo lo contrario. Como se notó en el último periodo contra los Boston Celtics (que tanto ha dado que hablar) o el tercer cuarto de la pasada madrugada frente a los Houston Rockets, falta harmonía en el esfuerzo.

Lo que ocurrió el domingo ya lo habíamos visto en la anterior visita de Memphis, pero aquellos eran los Grizzlies (con todo lo que eso conlleva) y éstos unos de los máximos candidatos a hacerse con el anillo. Es contra los rivales de esa otra liga contra los que los amarillos tienen que dar lo mejor de sí, demostrar que están a su altura. Y es contra los que están fallando: derrota de 16 contra Miami, de 15 frente a San Antonio y de 13 contra Boston. Jackson se escuda en que su equipo sabe cómo jugar en play-offs, que allí todo es diferente y que en unas series al mejor de 7 puede plantarle cara a quien sea. Lo único cierto hasta el momento es que han fallado de manera estrepitosa en los compromisos más importantes de la liga regular.

El último fue contra los Celtics, en el que pudimos ver la versión que menos nos gusta de Kobe Bryant: se jugó no menos de 10 posesiones seguidas en el último cuarto. Tras la derrota le cayó el esperado (y merecido) aluvión de críticas. Lo que más llamó la atención fue que una de ellas viniera de la página oficial de Pau Gasol. ¿Dónde estuvo él en las derrotas contra Sacramento y Boston?


Kobe quiere otro cisne negro en el lago

La danza del cisne blanco
Hábil relaciones públicas como es él, Bryant ha desplazado el foco hacia el internacional español. Se le acusaba de querer ganar el partido solo y con una única frase le ha dado la vuelta: "Cuando soy agresivo ahí fuera, él tiene que seguirme y serlo también, aunque para él es algo difícil. Es como si fuera contra su naturaleza. Incluso cuando estaba en Memphis y era la estrella (go-to guy), era demasiado amable. Un cisne demasiado blanco. Necesito que sea un cisne negro".

Contra Houston pudo verse la intención por parte de ambos de regresar a la normalidad. Kobe repartió 7 asistencias en el primer cuarto (no metió su primera canasta hasta el segundo) y Gasol fue el que más tiros asumió del  equipo. Y por encima de todo, la prórroga, en la que Pau dio un paso al frente para asegurar la victoria de su equipo. Así se lo reconoció Kobe.

"Necesito ser más agresivo, involucrarme más en ataque. Si no, no puedo producir, ni aprovechar mi talento. Así que tengo que ser más agresivo durante el tiempo que esté en cancha... y entender que el equipo necesita que yo sea agresivo".

Pero el triunfo también dejó dudas, como vuelve a ser habitual estos días. Durante el tercer periodo, nadie que no fueran Kobe y Odom anotaron para los Lakers hasta el último minuto, cuando una canasta de Pau frenó el descalabro. Y, más grave, la falta de coordinación en defensa entre Pau y Odom permitió que Luis Scolta anotara 10 de los últimos 12 puntos de su equipo para forzar la prórroga.

En lo que aparece un intento por evitar la relajación que transmite el equipo, han aparecido en estos días voces discordantes que piden cambios. Uno ha sido Magic Johnson, que cree que están "jugando como ancianos" y que sufren especialmente contra equipos jóvenes y atléticos. Pero al fin y al cabo él ya no tiene voz en la franquicia tras vender su parte del accionariado. Quien sí tiene autoridad para mandar mensajes es Mitch Kupchak. El GM reconoció que mirará opciones que puedan fortalecer el equipo y Phil Jackson, al ser preguntado, no negó nada: "La puerta está abierta para negociar".

De entrada ya previenen: de haberlo será un retoque pequeño; no hay que esperar ningún traspaso de la magnitud que tuvo el de Pau. Entre otras cosas porque no es posible. De los jugadores que podrían salir, el único que tiene un salario como para conseguir algo jugoso a cambio es Ron Artest. Sin embargo, el polémico alero parece haberse relajado y es la mayor decepción de los Lakers esta temporada. Los rumores apuntan a que ha pedido salir, pero su mal rendimiento ha bajado su valor de mercado. ¿Se atreverá Kupchak a meter más cisnes en el lago?

Ya lo dijo alguien sabio: el primer anillo es el más fácil de todos. Lo más complicado es querer seguir ganando.

lunes, 31 de enero de 2011

Los Lakers y los globos de la victoria

Jerry West penetra entre John Havlicek y Bill Russell

Hablar de un Lakers-Celtics es hablar de una de las rivalidades más enconadas que se pueda imaginar en el deporte. Son las franquicias más laureadas de la NBA. 17 anillos de verde. 16 de oro y púrpura. Hasta 12 veces el cartel de las Finales de la NBA ha anunciado este enfrenamiento. Y en cinco de ellas fue necesario recurrir al séptimo partido para decidir el ganador. La última fue hace unos meses y se resolvió con triunfo angelino en casa, pero no siempre fue así.

De esas cinco ocasiones, sólo una había tenido Los Ángeles como escenario, pero es probablemente la más difícil de olvidar. "Cuando pienso en todos estos 'playoffs' contra los Celtics, siento mucha frustración. Fueron demasiados años dándolo todo para quedarnos a las puertas porque no éramos lo suficientemente buenos. Pero lo del ’69 fue diferente. Aquella vez éramos mejores".

Y Jerry West no se equivocaba. En aquella época formaba uno de los mejores tridentes de la historia junto a Elgin Baylor y Wilt Chamberlain. Un equipo que para variar nunca consiguió batir al gran enemigo verde en las Finales. Aquel año era distinto porque resultaba obvio que sería la última actuación de los grandes Celtics, demasiado viejos y sin relevos para seguir compitiendo al máximo nivel. Tuvieron que reservar fuerzas durante la liga regular y como consecuencia perdieron el factor cancha en los 'playoffs'.

Poco le importaba a un equipo con ese gen ganador. En primera ronda se deshicieron sin miramientos de Philadelphia. En la siguiente eliminaron a los Knicks, que durante la liga regular les habían ganado en 6 de los 7 enfrentamientos directos. Así hasta llegar las Finales contra los Lakers, unas series en las que cada uno aseguró los partidos de casa y que tuvieron en Jerry West a un gran dominador.

Los angelinos habían estado cerca de llevarse el cuarto partido en Boston, pero una canasta inverosímil de Sam Jones (llegó a asegurar que ni siquiera intentaba meterla, sólo conseguir que Bill Russell se hicieron con el balón debajo de la canasta) evitó la sorpresa. Wilt Chamberlain no daba crédito y la tomaba con el soporte de la canasta. "Otra vez no. ¡Otra vez no!".

JK Cooke mirando al techo del Forum
Con todo, los Lakers tenían razones para el optimismo en el séptimo partido, aunque alguno quizá demasiadas. Fue el caso del dueño de la franquicia, Jack Kent Cooke, el mismo que dos años antes había construído el histórico Forum de Inglewood, el recinto que acogería el desenlace de la eliminatoria. Siempre ha habido dueños que quieren hacer suyo el éxito de sus equipos. A veces sin ni siquiera importarles que antes tenga que jugarse un partido.

Para esta ocasión sacó a pasear todo el júbilo que llevaba dentro. Preparó el champán; trazó el itinerario para el desfile de la victoria; hasta llevó a la banda de música de la Universidad de California del Sur para que tocara el 'Happy Days Are Here Again' ('Vuelven los días felices')... Y colgó del techo miles de globos con los colores de la franquicia, preparados para caer sobre la pista en cuanto su equipo derrotara, por fin, a los malditos Celtics.

"Me temo que esas cosas se van a quedar ahí arriba por mucho tiempo", avisó Red Auerbach, que para entonces ya había dejado el banquillo de Boston pero no las riendas de los Celtics como mánager general. "Nunca lo olvidaré. Fue una de las cosas más vergonzosas que he visto en mi vida. Lo único que consiguió fue hacernos daño", recordaría West.

Aquello ya no tenía buena pinta cuando los Celtics se marchaban al comienzo del último periodo con 17 puntos de ventaja. Definitivamente tampoco cuando, en plena remontada y a cinco minutos para la conclusión, con su equipo perdiendo de 7, Wilt Chamberlain tenía que irse al banquillo por un golpe la rodilla. Aunque pronto pidió volver al partido, el entrenador Van Breda Kolff (con quien no guardaba una buena relación, dicho sea de paso) decidió prescindir de él.

La remontada siguió su curso y el partido se hacía eterno para Boston, que hacía lo imposible por conseguir que el reloj corriera más deprisa. Con sólo un minuto para el final y el reloj de posesión casi agotado John Havlicek perdió el control de la pelota, pero fue a parar a manos de Don Nelson. El que posteriormente se convertiría en el entrenador con más triunfos de la historia, no tuvo tiempo más que para levantarse y soltar el balón. El tiro dio en el aro, rebotó casi por encima del tablero... y cayó dentro.

En la última jugada del partido Jerry West intentó salvar a su equipo, pero el balón no entró y Bill Russell se hizo con el rebote. Un rebote que valía su undécimo y último anillo. A West le quedó el vano consuelo de ser nombrado MVP de las Finales, el único jugador de la historia que lo ha conseguido a pesar de la derrota de su equipo. El premio que acompañaba a ese título fue un coche... Un coche verde.

Y los globos... acabaron donados a un hospital infantil de Los Ángeles.

Cuando Mike empezó a ser Jordan

Unos hacen historia y otros se quedan mirando. Como la vida.

29 de marzo de 1982. Final del torneo universitario. Qudan 30 segundos para que se decida el ganador y la Georgetown de Patrick Ewing gana por un ajustado 62-61. Dean Smith dibuja el tiempo muerto. Sabe que la defensa se va a centrar sobre sus dos estrellas, James Worthy y Sam Perkins, y sospecha que puede ser el novato quien tenga más opciones de quedarse abierto para un último tiro. "Mételo". El tiempo echa a correr y, efectivamente, la zona olvida en su lado débil al novato, el base lo percibe y le hace llegar el balón. Sin pensarlo, se levanta con la lengua fuera y conecta desde 6 metros la canasta que le dará a su entrenador el primer título nacional.

La primera vez que el imberbe Michael Jordan entró en contacto con la Universidad de North Carolina fue en febrero de 1980, su tercer año en el Instituto Laney de Wilmington. Michael Brown, máximo responsable del área de deportes a nivel colegial en el condado llamó a uno de los técnicos asistentes de la universidad, un por entonces joven Roy Williams, para informarle de la existencia de un prodigio. "Es el mejor atleta joven que he visto en mi vida. Tienes que verlo". La universidad mandó a un ojeador, pero las conclusiones fueron modestas: podría ser un buen jugador en la liga universitaria.

Williams fue el encargado de mantener en el radar a ese joven. En verano se ocupó de gestionar su invitación al campus de Dean Smith, un evento al que acudían cerca de 400 niños y en el que su nombre distaba de estar entre los más perseguidos. Haber destacado tarde y una preparación limitada jugaron en su contra, pero sólo le hizo falta una sesión de entrenamientos para reclamar atención. "Acabo de ver al mejor chaval de 1.90 que haya visto jugar nunca", sentenció Roy Williams.

Para cuando terminó la semana, había pasado de ser un semidesconocido a ser el objetivo número 1 de North Carolina, un secreto que quedó expuesto a los ojos del mundillo en el prestigioso Five-Star Camp. El éxito fue inmediato y era difícil saber qué llamaba más la atención. Aunque aún con mucho por pulir, era un jugador rapidísimo, todo explosividad, con un gran salto y, a diferencia de otros jóvenes precozmente desarrollados, con un encomiable control sobre sus movimientos. Algunas universidades le echaron las redes, pero la decisión ya estaba tomada: jugaría con los Tar Heels de Carolina del Norte.

Lo de Jordan con Carolina del Norte no fue un flechazo. No en vano años atrás admirado al eterno rival, North Carolina State, por culpa de David 'The Skywalker' Thompson, otro jugador que al igual que él tenía muy poco aprecio la Ley de la Gravedad. Pero fueron las atenciones que le brindaron los Tar Heels desde el principio lo que le conquistó. Ello sin olvidar el sistema de valores de Dean Smith, muy próximo a una familia tradicional como eran los Jordan y lejos de las promesas de fama y dinero de otros pretendientes. "Cuanto más te sacrifiques por una meta, más significará para ti conseguirla". No habría regalos, ni tratos de favor.

Sports Illustrated. 30-11-1981
Pasado un último año de instituto en el que confirmó todas las expectativas, engrosó ya como un jugador reconocido las filas de Carolina del Norte. Llegaban de haber perdido la final del año anterior contra la Indiana de Isiah Thomas y, a pesar de haber sufrido la pérdida de su estrella, Al Wood, era grandes favoritos al título. Esta baja debaja una vacante libre en el cinco inicial que ocuparía Jordan. Como grandes candidatos, la revista Sports Illustrated solicitó una sesión de fotos del quinteto titular con el entrenador. A petición de Smith, sólo salieron los cuatro titulares que ya estaban el año anterior. "Todavía no has hecho nada como para salir en la portada de una revista. No todavía".

Aunque los galones seguían en el pecho de Worthy y Perkins, pronto se convirtió en un jugador muy a tener en cuenta, un castigo desde la media distancia cuando las defensas se cerraban sobre los dos interiores. El cúlmen llegó en la Final Four cuando, después de batir a una Universidad de Houston en la que ya coincidían Clyde Drexler y un incipiente (y por entonces todavía Akeem) Olajuwon, superaron a Georgetown con ese tiro, el primero de tantos que vendrían después. La primera vez que actuó como Michael Jordan.

Tras un año complicado por la salida de James Worthy y las lesiones, para la temporada 1983-84 Carolina del Norte volvía a lucir sus mejores galas. Brad Daugherty había superado sus problemas físicos y Kenny 'The Jet' Smith se sumaba a la plantilla, quizá incluso mejor que la que había conquistado el campeonato dos años atrás. El final, sin embargo, sería trágico. La debacle llegó de nuevo contra Indiana, aunque ni siquera el escenario era la Final Four. Los Hoosiers, aún entrenados por el legendario Bobby Knight, presentaban un equipo discreto, pero dieron la gran campanada.

Una de las claves del partido fue la defensa sobre Michael Jordan. Knight encomendó la tarea a Dan Dakich, un especialista defensivo que encontró la cima de una carrera muy discreta en este partido. Las instrucciones eran claras: negarle las penetraciones y flotarle con tal de impedir que el balón llegara a la pintura. La estrategia resultó un éxito para Indiana y un fracaso para Michael Jordan, que veía cómo el final de su carrera en Carolina del Norte quedaba empañado.

Meses después, con Knight como seleccionador nacional y Michael Jordan como miembro de la Estados Unidos que habría de ganar el oro en los Juegos Olímpicos de 1984 contra España, el entrenador, tan extraordinario como provocador en el banquillo, bromeaba amenazando al escolta con 'soltarle' a Dakich para que volviera a defenderle. Pero este final gris no impidió que Jordan sintiera un gran orgullo por su universidad y un reverencial respeto por Dean Smith, hasta el punto que durante toda su carrera en la NBA jugó con los pantalones de North Carolina debajo de los de su equipo.

Durante el descanso del partido disputado entre los Charlotte Bobcats (de los que hoy es dueño) y los Toronto Raptors en Carolina del Norte, el Estado indujo en su Salón de la Fama del Deporte a Michael Jordan. Junto a él en la ceremonia, su idolatrado Dean Smith.

Bill Russell y la Medalla de la Libertad

Bill Russell, durante su etapa como jugador en San Francisco

Dicen que los negros tienen que ganarse sus derechos. Supongamos que el mismo día que mi hijo nacieron en Boston otros 50 niños. ¿Por qué mi hijo tiene que ganarse sus derechos? ¿Por qué yo tengo que ganarme los míos?”.

Bill Russell, uno de los mejores jugadores de baloncesto de la historia, fue también uno de los deportistas más controvertidos de su época. Uno de los primeros en hablar abiertamente sobre la discriminación en Estados Unidos a mediados de siglo.

Gracias a esa denuncia y lucha pública por lo que él creía justo, Bill Russell recibirá la Medalla de la Libertad, la máxima distinción a la que puede aspirar un civil en Estados Unidos y que, en el mundo del deporte, recibieron figuras como los golfistas Jack Niklaus y Arnold Palmer, el tenista Arthur Ashe o el boxeador Muhammad Ali.

Precisamente junto a The Greatest protagonizó una de sus apariciones públicas más relevantes. Cuando Ali se declaró objetor de conciencia y renunció a la Guerra de Vietnam por razones religiosas, una oleada de críticas y acusaciones cruzó todo Estados Unidos. Un grupo de deportistas negros decidió acompañarle en su comparecencia ante los medios como muestra de apoyo. Entre ellos un joven Kareem Abdul-Jabbar que por entonces aún respondía al nombre de Lew Alcindor, y Bill Russell.

Aunque hoy no suene como algo extraordinario, sí lo era en los Estados Unidos de mediados de siglo. Fuera como héroe del equipo universitario o como jugador de los Boston Celtics, no fueron pocas las veces que le fue negada la entrada a un restaurante o un hotel por su color de piel, aunque nada tan humillante como vivirlo delante de sus hijos. Por eso condena ferozmente la apatía. “No digáis que es triste y que no debería ser así, sólo para sentiros bien. Votad y aceptad a la gente por lo que son, personas, y entonces estaréis dando a todos una igualdad de oportunidades”.

Cuando miro cómo han luchado los negros, no puedo más que estar orgulloso. Hemos hecho un gran trabajo de supervivencia. Vivimos en un gran país, pero podría ser mejor si todos tuviéramos las mismas oportunidades”, lamentaría. Por eso trabajaría activamente para que la reforma del sistema educativo en Boston permitiera a los niños menos privilegiados acudir a mejores centros educativos.

Sin embargo, su estancia allí no siempre fue idílica. Cuando, siendo jugador de los Celtics, Russell se instaló en la localidad de Reading, fue recibido como el héroe que era. Pero cuando intentó mudarse a un barrio más acomodado, uno que a juicio de algunos no le correspondía, quienes le habían recibido entre agasajos empezaron a hacer circular una solicitud en su contra. Al poco tiempo, unos vándalos asaltaban su casa y llenaban las paredes de excrementos y obscenidades. “Preferiría estar encarcelado en Sacramento que ser alcalde de Boston”, acabaría diciendo.

No sólo para coger rebotes salta uno
Su importancia fue también capital dentro de la pista. Era un gigante que había competido de manera satisfactoria en carreras de 400 metros y saltos de altura. Huelga decir que con esas condiciones fue uno de los jugadores que mejor representó el cambio de las posesiones a 24 segundos. Pero sobre todo puso en mente de todos la importancia de una buena defensa. Recibía críticas por su pobre juego ofensivo, pero a la hora de proteger su aro era inmejorable. “En baloncesto se juega con dos canastas, una a cada lado de la cancha, y él va a defender la suya mejor que nadie”, diría el afamado entrenador universitario Pete Newell.

Y desde luego ayudó a eliminar algunas de las últimas barreras raciales que quedaban en pie. Fue el primer MVP y el primer entrenador negro (designación que generó un debate sobre las aptitudes de un afroamericano para este puesto), aunque ésos son logros a los que nunca ha dado importancia. “No me importa quién ha sido el primero en esto o en aquello, sino cuántos hay”. Claro que quienes vivieron tiempos aún más difíciles no pensaban lo mismo.

Es famosa la ocasión en la que su abuelo fue junto a su hermano a presenciar un partido que los Celtics jugaban en Louisiana. Por entonces Bill Russell ya era entrenador-jugador del equipo. “¿Es él quien manda?”. “Sí”. “¿También a los blancos?”. El hermano asintió ante la incredulidad del abuelo, aunque el momento crítico llegaría tras el encuentro. Nada más entrar al vestuario, el abuelo Russell rompió a llorar. “Jamás pensé que vería a blancos y negros compartir la misma ducha”.

Bill Russell asumió el reto que le tocó vivir y en base a él forjó su carácter. Quienes le conocen hablan de una persona demasiado sincera y terriblemente orgullosa. Se niega a firmar autógrafos porque asegura que le debe a los aficionados lo mismo que ellos a él: nada. Se negó a asistir a su ceremonia de entrada en el Salón de la Fama por considerarla una institución racista (de nuevo, él fue el primer afroamericano) y condicionó la retirada de su camiseta en Boston a que se celebrara en privado, sin público.

Con el tiempo, ese desapego fue desapareciendo. En 1999 aceptó por fin que los Celtics le organizaran una ceremonia para retirar por segunda vez su camiseta, esta vez ante el público. Se quedó al borde del llanto al darse cuenta de que Boston estaba a sus pies. Diez años más tarde,  David Stern le puso su nombre al trofeo que se entrega al MVP de las Finales. “La gente olvida que hubo un tiempo en el que Russell no era consciente de todo lo que la gente le apreciaba a él y a sus logros. Me gusta ver que esa admiración recíproca se ha restablecido”.

La Medalla de la Libertad servirá como nuevo reconocimiento a todo ello.

[Publicado originalmente para ElMundo.es el 23/11/2010]

Los Hornets empiezan picando

'Le digo que no puedo conseguir que Mbenga meta una''
Con demasiada frecuencia los equipos se empeñan en dejar en evidencia cualquiera de nuestros análisis. Por muy juiciosos que los creamos. Algo de eso están haciendo los New Orleans Hornets, que desafiando a cualquier tipo de lógica que impusieran las noticias que tuvieron lugar en verano han protagonizado (junto a Los Angeles Lakers) el mejor arranque de de la temporada… y de su historia.

Aquello de la lógica viene porque estamos ante un equipo que durante el verano cambio de General Manager, cambió de entrenador y hasta casi se queda sin estrella. En los dos primeros casos se apostó por productos jóvenes con Denominación de Origen San Antonio, Dell Demps y Monty Williams. En el segundo el escepticismo de Chris Paul encendió las alarmas y obligó a ponerse el mono de trabajo para convencer al base de que no era un proyecto que hubiera tocado techo.

Se necesitaba valentía para tomar algunas decisiones que permitieran buscar otro camino, y quizá la más importante fue prescindir de un gran jugador de futuro como Darren Collison para apuntalar las alas con Trevor Ariza. No fue la única. Hubo muchas. Casi todas en apariencia de bajos vuelos, pero que han ayudado a construir un equipo y, sobre todo una rotación, a la medida de lo que quería Monty Williams.

Todo ese cuadro de fondo, sumado a una pretemporada decepcionante hacía pensar en un tortuoso inicio de liga regular, con un calendario que les tenía reservados seis partidos contra rivales de play-offs para empezar. Sin embargo no sólo han respondido sino que se han convertido en una de las sensaciones de este comienzo de campaña. ¿Qué les ha llevado hasta aquí?

Seguro que lo que más ha sorprendido a quienes les hayan visto jugar, y más tras lo del año pasado, ha sido la nueva identidad defensiva del equipo. Williams quería un equipo defensivo y atlético, se lo han dado y le está sacando mucho partido, pero es de recibo destacar también la gran actitud que están demostrando los jugadores sobre la cancha.

Es de destacar el hecho de que puedan contar con Chris Paul sano y a pleno rendimiento, algo de lo que no gozaron hace unos meses, y con un Emeka Okafor que está borrando todas las dudas que pudo haber levantado la temporada pasada, pero sin duda el gran cambio están en las alas, donde sólo continúa Marcus Thornton y han llegado Trevor Ariza, Marco Belinelli y Willie Green.

Del primero ya se conocía su categoría defensiva, y de hecho fue el principal aval para su contratación, pero del resto ha sorprendido su gran actividad (y acierto) en defensa. Todos en tensión, muy atentos a los cambios de defensor, midiendo las distancias con el atacante, contestando todos los tiros… sólo así se entiende que sean una de las mejores defensas de lo que llevamos de campeonato: los equipos rivales apenas anotan un 42% de los tiros de campo y menos de un 30% de los triples que intentan.

A esto hay que añadir la colaboración en el rebote, con los exteriores bajando para cerrar y evitar que el rival se haga con su propio rechace. De esta manera se han convertido en uno de los mejores equipos reboteadores, y la cantidad de puntos en segunda oportunidad de los equipos rivales ha caído en picado. Pero esa defensa también empieza en el ataque: los Hornets cuidan mucho su circulación de balón y, como consecuencia, los puntos que reciben en transición son también mucho menores.

Y es que a pesar de su gran trabajo en defensa, parte del éxito del equipo de Monty Williams también descansa en el ataque. Es inevitable cuando tienes al que probablemente sea el mejor base de la competición en las situaciones de pick & roll (canadiense, búsquese otros compañeros).

Sin duda su aliado favorito es David West, un interior con una excelente muñeca que para colmo este año ha empezado a un ritmo escandaloso. Una novedad es que este año además tiene un buen reserva, pues Jason Smith parece haber retomado su carrera profesional con ganas después de tantos problemas físicos y se está destapando como un interior intenso y con muy buena mano en ataque.

Bajo el aro Okafor se entiende cada vez mejor con Paul y, en caso de cerrarse las opciones de los interiores tiene en los flancos a los aleros dispuestos. Ariza ha empezado con una (sorprendente) buena mano y hombres como Thornton y Belinelli son buenos en el movimiento sin balón. Con todo, la principal nota negativa está siendo Bayless, fichado para dar descanso a Paul. Despistado en defensa, perdido en los bloqueos, siempre un paso por detrás de su par y habitual en esa mala costumbre de tomar las decisiones en ataque una vez está en el aire. Hay que tener en cuenta de que fue el último en llegar, apenas unos días antes de que empezara la liga, por lo que es de esperar que arregle esos errores.

No pasa por la cabeza de nadie que sean candidatos a algo serio, pero podrían aprovechar las dudas en esa clase media-alta de la Conferencia Oeste para dar más de un susto a los de arriba.

El matrimonio imposible de McGrady y los Bulls

'¿No se presentó la mascota en el aeropuerto para recibirte?'
Desde los pasos previos a su llegada a la NBA en 1997, los Chicago Bulls han tratado de hacerse con los servicios de Tracy McGrady. Una historia que comenzó hace trece años, con un punto álgido en el verano de 200 y un nuevo capítulo que se escribe durante estas semanas y que, de nuevo, parece que no tendrá final feliz.

El primer intento llegó en el draft de 1997. Los Chicago Bulls llevaban tiempo queriendo traspasar a Scottie Pippen y encontraron en este sorteo universitario una oportunidad inmejorable, habida cuenta de que al alero sólo le restaba un año de contrato. La posición del extraordinario alero dentro de la franquicia se había visto debilitada por culpa de lo sucedido en el tercer partido de las semifinales de Conferencia contra los Knicks, cuando decidió borrarse del final después de que Phil Jackson designara la jugada decisiva para Toni Kukoc y no para él, que había sido el principal artífice de una temporada en la que habían llegado a las 55 victorias a pesar de la ausencia de Michael Jordan.

Precisamente la presencia del croata hacía que su hipotética salida, en caso de que surgiera la oportunidad de reforzar el equipo, no se considerara tan traumática (a pesar de la oposición de Phil Jackson que, entre otras cosas, había vinculado su continuidad a la del 33). Abortada tres años atrás la opción que hubiera vestido a Shawn Kemp de rojo, llegaba ahora una nueva opción de utilizarle como moneda de cambio. Y es aquí donde entra nuestro protagonista.

McGrady había dado el salto al primer plano del baloncesto de base estadounidense aquel año gracias a su traslado a la Mount Zion Christian Academy. Este cambio de aires le permitió gozar de mayor exposición pública y su nivel de juego hizo el resto, llegando a rivalizar en algunas listas con hombres como Lamar Odom por ser considerado como el mejor jugador de instituto de la nación. Así las cosas, decidió saltarse la universidad y dar el salto a la NBA.

Es justo decir que la camada de aquel año no presentaba grandes alegrías más allá de Tim Duncan, Keith Van Horn y Chauncey Billups. Esto, junto a experiencias positivas como las de Kevin Garnett y Kobe Bryant, le permitían tontear con las posiciones más altas a pesar del mucho trabajo que tenía por delante.

La gerencia de los Bulls comenzó a moverse para conseguir elecciones entre los puestos altos. Para ello volvió a sacar al mercado a Scottie Pippen, así como a Luc Longley, en busca de ‘picks’ con los que poder seleccionar al tirador blanco de la Universidad de Utah… y a Tracy McGrady. Sin embargo, el temor a que la salida de Pippen precipitara el final de la dinastía obligó a frenar estos impulsos.

Sin embargo, no era mucha la esperanza de vida que le quedaba a aquel proyecto. La desbandada tras el sexto anillo sumió a los Bulls en una terrible depresión, hasta el punto de que entre las dos siguientes temporadas no consiguieron ganar ni la mitad de los partidos que habían ganado en la última temporada de Jordan y compañía en la franquicia.

Ni Benny The Bull y los Jerrys pudieron convencerle en el verano del 2000

Ni el acierto de Elton Brand en el draft les había hecho variar el rumbo, por lo que se presentaron al verano del 2000 como uno de los grandes pujadores en liza. La plana mayor de los Bulls se reunió con Grant Hill en Detroit para exponerle en proyecto, pero poco después el alero de la Universidad de Duke le confesaría a los Pistons que su próximo destino en la liga serían los Orlando Magic.

Vista esta situación, los Bulls se volcaron en cortejar a McGrady, que a pesar de ser natural de Florida aseguraba no descartar ninguna opción. Ese resquicio de esperanza llevó a los Bulls a recibir al escolta, ya estrella en ciernes, ‘por todo lo alto’: en una escena más propia de Bienvenido Mr. Marshall, salieron al encuentro del jugador en el O’Hare Airport de Chicago con una comitiva en la que no faltaban el dueño Jerry Reinsdorf, el mánager general Jerry Krause, el entrenador Tim Floyd, acompañados de la mascota, Benny The Bull, y las animadoras del equipo. Por no mencionar a la caterva de periodistas que cubrieron su llegada

“Nunca he tenido más cámaras en la cara”, admitía un desconcertado McGrady, que pagaría su juventud y su falta de saber ante los medios al no lograr esconder que Orlando seguía siendo su primera opción. “A estas alturas de mi carrera, sólo quiero ganar. No quiero dar un paso atrás, quiero seguir avanzando y ver mejores. Definitivamente, Chicago será uno de los equipos que considere. Junto a Orlando”.

Su agente, Arn Tellem, tuvo que salir al paso y decir que, evidentemente, Orlando era su casa y por tanto tendría en consideración la oferta de los Magic, pero que aún tenía “la mente abierta” y no había tomado una decisión. Sea como fuere, a pesar de ese fin de semana en Chicago, en el que también se encontró con el futuro de los Bulls, el Rookie del Año Elton Brand, McGrady acabaría firmando por Orlando… junto a Grant Hill.

Chicago tuvo que conformarse con Ron Mercer y Brad Miller y el resto es historia hasta este verano, momento en que los destinos de Tracy McGrady y los Chicago Bulls parecían cruzarse de nuevo, aunque en situaciones radicalmente distintas a las de entonces. El uno, muy mermado por unos interminables problemas físicos que han acabado con lo que un día fue. Los otros, como un equipo que a pesar de su juventud promete dar mucha guerra durante la próxima temporada. De ser clave en la reconstrucción, a ser sólo una pieza más para completar un proyecto sólido.

Como tal le entrevistaron los Bulls, que le hicieron pasar por un ‘workout’ para comprobar su estado. Como quiera que los resultados no fueron satisfactorios o, cuando menos, poco acordes con las aspiraciones del jugador, parece que esta opción ha perdido fuerza. “No tengo problemas, pero eso no es lo que estoy buscando. Si fuera el jugador que vistió la camiseta de los Knicks la pasada campaña, no tendría problemas en salir desde el banquillo. Pero he trabajado muy duro y estoy muy lejos de ser ese jugador. Sólo depende de mí demostrar en la pretemporada que soy un titular”, dijo tras su encuentro con los de Illinois.

A estas alturas, lo único que mantiene abierta esta posibilidad es la falta de mejores escoltas en el mercado. El reciente fichaje de Eddie House por los Heat ha quitado una opción que hubiera resultado válida para Chicago, que sigue buscando alguien que complete su rotación exterior. Se ha llegado incluso a especular con la posibilidad de buscar un traspaso por Rudy Fernández, cuya salida de Portland parece garantizada, pero la ausencia de mejores alternativas impide descartar la opción McGrady.

¿A la tercera irá la vencida?

[Publicado originalmente en Solobasket el 03-08-2010]